El escándalo desatado tras conocerse los presuntos casos de abusos sexuales a menores que se producirían en la pensión de las divisiones inferiores de Independiente de Avellaneda o con algunos jugadores la cantera de River Plate, incluso con gimnastas de selecciones nacionales (estos dos últimos ejemplos durante las décadas del ’90 y 2000), vinieron a poner en evidencia una situación que tiene ramificaciones impensadas y perturbadoras.
No hay que ir demasiado lejos para vivenciar el problema. En Mendoza, por caso, la grave situación que tendría como protagonista a un anestesista del hospital Notti, a quien la justicia le encontró en su teléfono celular fotos y videos de más de 300 chicos desnudos, es un claro ejemplo de que ningún ámbito se encuentra exento de la acción de estos personajes cuyo nivel de perversidad e ilegalidad muchas veces resulta difícil de mensurar lógicamente para el resto de la sociedad.
Asimismo, las dependencias policiales y judiciales locales reciben habitualmente denuncias de este tipo. El fenómeno tiene, además, un aspecto más siniestro aún: muchos de estos hechos no llegan a ser denunciados porque quienes los perpetran ejercen sobre sus víctimas su infame influencia a fin de lograr que los mismos no se hagan públicos.
La situación parece peligrosamente instalada en nuestra comunidad y es esa misma sociedad la que no debe permitir dichos actos, denunciándolos. Será entonces el Estado el encargado de perseguir y castigar este tipo de acciones que muestran a las claras una de las peores caras que evidencia por estos días el entramado social argentino. Caso contrario, el daño a futuro será inmenso e irreparable.
Y para el final una reflexión respecto al papel que los medios de comunicación jugamos en la problemática y reparar en que los desmanejos que muchas veces se cometen con este tipo de informaciones no solo pueden perjudicar las investigaciones pertinentes sino que, además, se puede llegar mancillar el honor de personas que nada tienen que ver con las denuncias formales o revictimizar –según el caso- a los protagonistas de estos preocupantes sucesos.
Por Alejandro Sosa
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