Fernanda Marchese es maestra de Lengua y Ciencias Sociales de 5° y 6° grado en la escuela pública Leopoldo Lugones, de la localidad de Las Tapias, departamento San Javier. Una escuela primaria semirural, ubicada a 10 km de Villa Dolores, a la que asisten 200 estudiantes en su mayoría provenientes de familias que trabajan en la fabricación de ladrillos.
Marchese tiene 24 años de antigüedad en la docencia y nunca le había tocado vivir una situación como la que impuso la pandemia de Covid-19 que obligó a reformular, en la Argentina y el mundo, los modos de enseñanza y aprendizaje. De sus 49 alumnos, sólo 5 tienen computadoras en sus casas y 7 tienen celulares propio, el resto comparte el celular con sus padres o sus hermanos. En parte por la ayuda de los cuadernillos distribuidos por el Ministerio de Educación de la Nación, los libros de la escuela, las fotocopias aportadas por la cooperadora de la escuela y la comuna de Las Tapias ha logrado llegar a los niños y niñas que no tienen dispositivos y conectividad. "Con todo eso hemos logrado cosas hermosas. Nos hemos vinculados mucho más estrechamente. Con la mayoría estamos vinculados y estamos tratando de aprender lo mejor posible", contó en diálogo con Radio Nacional Córdoba.
Para la maestra de la escuela Leopoldo Lugones, la tarea docente es reconocida por los estudiantes y por la mayoría de las familias, sin embargo no es reconocida por las autoridades. "Tengo 24 años de antigüedad y seguimos haciendo los mismos reclamos que cuando empecé. Ese desconocimiento, esa falta de valoración comienza por lo salarial, comienza por el respeto a nuestra tarea. Es muy común que se nos ponga como los responsables de todo lo que sucede o no puede suceder en el aprendizaje y el aprendizaje no es sólo un maestro al frente de una clase, se necesitan recursos", señaló.
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