Soledad Beker creció en Entre Ríos, en el pequeño pueblo de Cazes, donde la tradición familiar y las expectativas parecían marcar un camino claro: convertirse en contadora. Sin embargo, con el paso del tiempo, tomó la decisión de romper con ese mandato y dedicarse por completo a su verdadera pasión: la cría y la doma de caballos en su campo, “El Capricho”.

En diálogo con Pan Casero Nacional, Beker contó cómo fue que se adentró en el mundo de la doma y expresó: "Irme a estudiar a Concepción del Uruguay me sirvió como experiencia para darme cuenta lo que realmente amaba y cual era mi pasión, que es el campo y los caballos. Los caballos son parte de mi vida".

"Desde antes que aprenda a caminar ya me gustaban los caballos. Decidí dejar la carrera y le dije a mi vieja que me iba a dedicar a los caballos, y me vine a laburar al campo", manifestó.

El proceso de doma es una tarea que demanda paciencia y conocimiento. Según explicó Beker, entender el comportamiento de los caballos y generar un vínculo de confianza es fundamental para lograr un entrenamiento efectivo. Con el tiempo y la realización de diferentes cursos, ha perfeccionado su método de trabajo, apostando por técnicas respetuosas que permitan una mejor relación entre el animal y el jinete.

"Muchas veces he tenido que pagar derecho de piso por ser mujer. Y cuando quise jinetear fue peor, incluso mi familia no quería", dijo.

Además de la doma, su actividad como criadora le exige una dedicación constante. El cuidado de la genética, la alimentación y la salud de los caballos son aspectos fundamentales para garantizar ejemplares sanos y bien preparados.

"Estoy feliz, haciendo lo que me gusta y eso no tiene precio", finalizó.

Su historia es un ejemplo de cómo la pasión y la determinación pueden marcar el rumbo de una vida, incluso cuando el camino trazado parece llevar hacia otro destino. Hoy, Soledad Beker continúa trabajando en su campo, haciendo de su amor por los caballos su forma de vida.