El comportamiento de los jóvenes los ubica en cuatro franjas bien determinadas. Una contiene a quienes estudian, otra a quienes trabajan, una tercera a los que hacen ambas cosas y la cuarta a los que no hacen ni una ni otra.
El fenómeno de los Ni-Ni fue considerado por primera vez en 1999 en Inglaterra y, como todo, fundamentalmente lo negativo, se expandió por el mundo. Las mediciones en Argentina comenzaron a realizarse hace diez años y arrojaron que un 20% de la franja entre 14 y 24 años (más de un millón) no estudiaban ni trabajan. Hace un año, la Consultora Adecco hizo una actualización que mostró un incremento cercano al 10%.
En la Argentina kirchnerista la denominación Ni-Ni supuso un término ofensivo y el estado apañó levantando un escudo llamado estigmatización. Así pasó una generación de chicos auto justificándose y culpando a padres, sociedad y lo que fuere, menos al gobierno que pregonaba la inclusión pero no los incluía.
El mal se hizo crónico. Día a día, miles de ellos equivocan el camino. Los domina la tentación de conseguir fácilmente plata. Quienes les ofrecen tan Generosamente esa “oportunidad única” les hacen creer que son importantes, muy importantes. El resto lo agregan ellos aceptando la apuesta y hasta redoblándola porque tienen Aguante…
Sin que transcurra mucho tiempo (sin cumplir horarios ni aceptar las odiosas órdenes laborales) ya visten con ropa de rigurosa moda, usan celular de última generación y tienen para pagar diversión, especialmente bebida. Una moto es el techo de las aspiraciones. No mucho más.
Pueda ser que se den cuenta (o les hagan ver) que esa vida tiene fecha de vencimiento que, en ocasiones, es prematura. Que caminan por la cornisa y en desventaja: enfrentan a la seguridad y a competidores propios y extraños. Que hay atajos que se convierten en laberintos sin salida. Que el camino a transitar, más largo pero seguro, es el del estudio que capacita para un trabajo. Que el acceso al mismo es difícil, pero no imposible ya que, por otra parte, nunca fue fácil.
Finalmente, que se percaten que están frente a un espejismo: aunque les parezca que están subiendo, la realidad es que han comenzado a caer y, una vez que toquen fondo, les será casi imposible emerger porque habrán perdido lo más importante: la libertad.
Por Roberto A. Bravo
Etiquetas: Columna de Opinión