Por Fernando Cárdenas Nacional Rock

Demos un paseo

“Es un disco de rock” afirma Daniel Melero con seguridad. Lo sostiene sin ironía ante las cámaras de Rocanrol, el programa que a principios de la década del noventa Antonio Birabent conducía en América TV. Lo dice sabiendo que está defendiendo una obra única, un trabajo destinado a marcar un punto de inflexión. Melero está haciendo referencia a Colores Santos, el disco grabado en sociedad junto a Gustavo Cerati, publicado hace exactamente treinta años.

Colores Santos es el desenlace lógico de la relación artística y la admiración mutua entre Melero y Cerati. Un vanguardista que sobrevivió a los naranjazos en el festival BA Rock 82 para construir un camino casi siempre al margen del mainstream y una estrella de la música latinoamericana motorizada por la curiosidad, entreverados entre los equipos, transistores e instrumentos del por ese entonces flamante estudio Supersónico, elaborando un disco que mezcla pulso tecno, elegancia pop y carácter rockero, una combinación poco explorada por el rock argentino de aquellos tiempos.

El álbum arranca proponiendo un viaje, una Vuelta por el universo montada en una progresión de tres acordes que escala hacia el cielo en el estribillo. El periplo lleva al oyente de la experimentación electrónica a la pista de baile, pasando por “Tu Medicina“, una de las canciones más íntimas escritas por Gustavo Cerati, y la neurosis de “Hoy ya no soy yo“. La travesía cierra con el tema que le da nombre al disco, una oda crepuscular de guitarras que parecen resbalar sobre el loop que hace las veces de riff. Rock, si. Pero con máquinas.

Además de su calidad artística y su relevancia en la difusión de un tipo de música que era mirada con desconfianza por el público rockero, el trabajo en conjunto entre Cerati y Melero es el eslabón necesario entre Canción Animal y Dynamo, las dos obras máximas de Soda Stereo. El punto intermedio entre el momento de mayor exposición del trío y su desmarque hacia una particular lectura del shoegaze publicada en octubre de 1992. Es imposible imaginar el salto sónico de Soda sin la existencia de Colores Santos.

Por Fernando Cárdenas