Estimado Don José Martín:
Me dirijo a Ud. Para invitarlo a tomar el té mañana a las 16. Mucho apreciaré su visita. Con distinguida consideración.
Teodoro J. Schestakow
San Rafael, 7 de agosto de 1925
La esquela obviamente fue enviada por el Dr. Schestakow a un amigo un día viernes para compartir un rato de la tarde del sábado.
Aquellos tiempos comparados con éstos, muestran una diferencia abismal en el modo de comunicarse. Antes era tan formal que los amigos no se tuteaban. Hace 92 años, uno de ellos se tomaba todo el tiempo para expresarse con la mejor caligrafía posible. Era menester, entonces, mojar la pluma en tinta china cuidadosamente para no provocar borrones.
Luego, algún chico llevaría la nota a destino y esperaría una respuesta también escrita con esmero. El mandado sería compensado con una moneda o no; el solo hecho de hacerle una Gauchada al doctor era gratificante.
Hoy el tuteo ex excluyente. Como lo es el teléfono celular que ofrece variadas opciones para comunicarse: la llamada tradicional o los mensajes de texto o voz. Y todo con inmediatez. De ida y de vuelta.
Pero eso es solo anecdótico. ¿¡Quién sabe cómo era antes de 1925!?¿¡Quién sabe cómo será dentro de medio siglo!?
Antes y ahora un año tiene 365 días, una hora 60 minutos. Sin embargo dedicamos menos tiempo a cultivar la amistad. La excepción es la de la edad joven cuando los amigos comparten mucho tiempo andando de aquí para allá por colegio, diversión o deporte. Pero, a partir de la adultez (el Dr. Schestakow y su amigo andarían por los 50 y pico) los encuentros se vuelven infrecuentes "¡Che! ¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez que tomamos un café?”. “Mucho". Demasiado.
Hoy es un buen día para el reencuentro. Como algo solamente simbólico porque, aunque no nos veamos, aunque no nos comuniquemos, por siempre nos queremos.
¡Feliz Día del Amigo!
Por Roberto A. Bravo
Etiquetas: Columna de Opinión