"El hombre que yo maté", de Maurice Rostand, es una de esas piezas que por los años inmediatos al término de la Primera Guerra Mundial abundaban tanto en los escenarios europeos como en las pantallas del cine mudo. Obras que variaban de conflicto y, a veces, de argumento, pero que conservaban el mismo espíritu. Un espíritu antibélico que se reflejaba en muchas obras, sobre todo de Giraudoux, de Jacques Bernard y de Paul Reynal.
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Etiquetas: Las dos carátulas, radioteatro