Sellados y valorados los méritos de los semifinalistas que han quedado en el camino, se revela evidente que con Real Madrid y Juventus la versión 2017 de la Champions League ofrece a dos grandes aspirantes con todo en su lugar.
Será en Cardiff el 3 de junio próximo, entonces, la cita decisiva de una competencia cuya trascendencia ha crecido de forma exponencial, sobremanera avanzado el siglo en curso.
Porque no es cierto que la historia se escribe sólo con los vencedores sería injusto omitir los méritos de Mónaco y Atlético de Madrid, por caminos diferentes pero con idéntico grado de pericia para llegar a una instancia que, por ejemplo, fue hostil a dos colosos como Barcelona y Bayern Münich.
(Nota al margen: aun cuando ambos encontraron el mismo tope los catalanes de Messi y compañía se despidieron en clave descolorida y en cambio los teutones dieron la cara en el Bernabéu y les cabe el atenuante de haber padecido un arbitraje escandaloso).
Mónaco y el Aleti dejaron una huella positiva: los del principado por su atrevimiento, su catarata de goles y por haber alumbrado una genuina joya como el chiquilín Kylian Mbappe y los del Cholo Simeone por haber mantenido la estructura, el oficio y el corazón, insuficientes para llegar a Cardiff pero no para despedirse victoriosos de su tradicional estadio, Vicente Calderón, que pronto será un emotivo recuerdo.
(En su específico mano a mano con el Madrid, los números de la era Simeone expresan la ironía de seis victorias por bando y ninguna en las cuatro pulseadas de pierde/paga, todas por la Champions).
El dueño de la legendaria "Orejona" será un equipazo, por lo pronto un equipazo en los términos que más cuentan para perfilar el quién es quién en un deporte colectivo.
El Madrid es una máquina de variantes ofensivas y contundencia, sin que eso implique que se olvide de defender y la Juve es una máquina de defender sin que eso implique que se olvide de atacar.
Más rocosos y parejos los italianos, más espasmódicos y a la vez más creativos los españoles, no se avizora un favorito claro y no sólo por los obvios argumentos de que por algo llegaron a la final y que en 90 o 120 minutos todo puede suceder.
A los dos les sobra crédito en los estándares colectivos y en estrellas consolidadas en las altas cumbres, los dos están cerca de ganar sus respectivas ligas y los dos portan camisetas pesadas y copiosos anhelos de gloria.
Es cierto que en materia de Champions el Madrid viene más dulce, pero querrá llevarse la copa para establecer el hito de dos temporadas consecutivas y alejarse aún más en la tabla de ganadores históricos.
Tal vez ese crédito y esas urgencias relativas representen una luz adicional de ventaja, y eso sin contar con la eventual influencia de un Cristiano Ronaldo endiablado, pero ojo con los equipos que acumulan deseos de consumación postergada: para un grande-grande como los turineses casi dos décadas de sequía bien podrían traducirse en un estímulo determinante.
Luego, a qué negarlo, la comunidad futbolera neutral vería con buenos ojos que la "Orejona" por fin sea levantada por Gianluigi Buffon, uno de los más fantásticos arqueros de todos los tiempos, una leyenda viviente.
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