Jorge Gordillo HASTA LA RAÍZ

"Escucho todas las músicas, la música es lo importante"

 

 

 

Jorge Gordillo, el hombre del violín de Patricios
Nacido en el pueblo de Portela y revelación del Festival de Baradero, el hombre que le pone su música a la esquina de Monteagudo y avenida Caseros cuenta con una rica historia.

Parque Patricios es un barrio que respira música. No solo en sus bodegones, sino que en cualquier esquina aquellos que aman la música pueden encontrarse con un artista y compartir un momento del que seguro nunca se olvidarán. Y en una de esas esquinas emblemáticas del barro, Monteagudo y Avenida Caseros, todos los domingos los vecinos y el resto de los que se suman de distintos lugares de Buenos Aires, se encuentran con Jorge Gordillo, el hombre del violín, quien cada domingo hace bailar a más de cien personas en una espectáculo a la gorra que es una revolución en el barrio.

“Yo nací en Portela, un pueblo muy chiquito de la Provincia de Buenos Aires, llegué acá después de obtener el premio como revelación del Festival de Baradero. En ese momento fueron muchos los artistas que tocaron y muchos de ellos nos apoyaron para venir a Capital. En ese momento yo tocaba con un amigo, pero al tiempo de llegar él decidió dejar la música y me quedé solo”, le dice a Porteño del Sur Gordillo quien hoy lleva más de 20 años en esa esquina haciendo bailar a los vecinos.

Y tal era su pasión por la música, tanto sentía que tenía que vivir de su violín, que no bajó los brazos y fue en busca de su destino. “Me fui a Mar del Plata para tocar en una plaza y en distintos lugares y cuando terminó la temporada volví a Patricios. Me quedé en el barrio porque me enamoró, era muy tranquilo para mi hija y nunca más me fui. En ese momento estaba solo y empecé a tocar en la esquina de Montegudo y Caseros como para divertir a la gente y no perder esa pasión. Tenía otro laburo y los tiempos no me daban, pero me di cuenta enseguida que lo mío era la música y no podía estar en otro lugar. Por eso dejé el laburo y me metí de lleno en esta profesión que me dio tantas alegrías y tantas satisfacciones”, dice Gordillo.

En aquellos comienzos hizo de todo, tocó en la peña de los hermanos Carabajal; se casó y al poco tiempo nació su primera hija que de alguna manera fue su motor. “Me salvó, porque yo por mi hija estaba dispuesto a trabajar de cualquier cosa, pero iba a ser un muerto en vida, porque no iba a hacer lo que a mí me gusta realmente, que es la música”, dice.

Pero las cosas no fueron tan fáciles en un comienzo. En aquellos primeros años de la década del 80, Gordillo tenía su violín y un pequeño amplificador del que salían los temas. La gente en un primer momento no se prendía con la movida, solo pasaban y miraban como ese señor todos los domingos, llueve o truene, estaba en esa esquina. Pero esa perseverancia tuvo su premio y de a poco la gente comenzó a sumarse, los vecinos empezaron a llegar con sus sillas y enseguida se armó una movida de la que hoy participan no solo los vecinos del barrio sino de otros lugares de Capital y el Interior. “Vienen jóvenes, mujeres y familias grandes, vienen de todos lados. Es más, hoy se enojan si un domingo yo no vengo, pero como es al aire libre por ahí me quedo. Es a la gorra el espectáculo, pero solo lo que recaudo me sirve para pagar sonido y las cuerdas del violín que son caras, yo lo único que quiero es que la gente se divierta”, dice.