Dentro de la ya larga historia de esto que llamamos rock argentino hay una maravillosa coincidencia. Un capricho cósmico dispuso que Charly García y Federico Moura nacieran el mismo día, un 23 de octubre de 1951, con apenas algunas horas de diferencia. Un hecho que nos invita a pensar que hay fuerzas más allá de la comprensión, fuerzas que se mueven de maneras misteriosas. Un encuentro en el río musical de dos trayectorias que apenas se cruzaron pero que causaron un profundo impacto en la música nacional.
La fecha de nacimiento no es la única coincidencia que une a ambos. Salvando las distancias, García y Moura tuvieron que enfrentarse y sobreponerse a los prejuicios de sus respectivas épocas. A finales de los sesenta y comienzos de los setenta, Charly, que entro en la exposición pública mucho antes que el cantante de Virus, tuvo que enfrentar a una sociedad todavía muy conservadora que tildaba de maricón y drogadicto a todo aquel que se atreviera a dejar su cabello traspasar los limites del decoro. Además debió soportar cierta resistencia de sus colegas, que acusaban a Sui Generis de blando y comercial por el estilo de sus canciones.
Federico llegó, casi una década después, para conmover al rock argentino con su belleza ambigua y dotarlo de una sensualidad inédita hasta ese entonces. Una especie de Bowie ensamblado en La Plata invitando al resto a animarse, a dejar atrás las inhibiciones. Moura puso el cuerpo en juego. En todo sentido. Puso el cuerpo ante los naranjazos y los “putos” arrojados desde el público como armas de destrucción masiva en la presentación de Virus en el Festival Prima Rock, en septiembre de 1981. Puso el cuerpo ante una prensa especializada más ocupada en juzgar su sexualidad que en analizar su arte. Y puso el cuerpo, el suyo y el del público, a bailar, a sacudirse. Eran tiempos duros y había que moverse hacia adelante
Los enormes talentos de ambos terminaron por imponerse. El efecto Moura fue, como dice Una luna de miel en la mano, perfecto, hermoso, veloz, luminoso. Virus fue un relámpago que abrió la oscuridad del Proceso con letras llenas de ironía y una propuesta a contramano de la tradición rockera. Sin embargo, la carrera de Federico fue demasiado corta. Su trayectoria discográfica duró apenas seis años, de Wadu Wadu en 1981 a Superficies de Placer en 1987, pero de todas formas sirvió para abrir un camino y crear un movimiento que influenció, y sigue influenciando hasta el día de hoy, a artistas que van desde Soda Stereo hasta Miranda, de Barco a Bandalos Chinos, pasando por Babasónicos y Adicta.
Sui Generis se convirtió en el primer fenómeno popular del rock argentino. Las bandas posteriores de Charly García (La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán) y su carrera solista (sobre todo la trilogía Clics Modernos, Piano Bar, Parte de la Religión) lo transformaron en un referente absoluto. Charly, el irreverente que de niño se atrevió a decirle a Eduardo Falú que su guitarra estaba desafinada, hizo de sus canciones un exquisito y preciso termómetro para medir los cambios de temperatura social en una época oscura y agitada. Fue refugio en la dictadura y grito de liberación en el retorno de la democracia. Fue exceso y resurrección. Se tiró por todos y vivió para contarlo.
Fernando Cárdenas
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