Hoy no vamos a hablar de tránsito ni de Accidentología Vial pero, valga la frase, para hacer un llamado de atención respecto del apuro con que se vive; El tiempo falta pese a que un día tiene las mismas horas.
A la pregunta ¿Para qué se corre? Una respuesta cierta sería: buscando el confort (tradicionalmente ha sido así).
“Un techo para vivir” era el desafío de comienzos del siglo pasado. En pos de comprar un lote y levantar una casita, el hombre se sacrificaba procurando más de un ingreso porque la mujer estaba en la casa “Criando a los hijos” y, en materia de viviendas, no había regalos.
Después fue “El autito” ya que “No es un lujo” como decía, casi disculpándose, el mismo hombre.
En la medida que la tecnología fue poniendo artículos al alcance de su mano, tentándolo, personificó la fábula del burro y la zanahoria. Con una variante: cada tanto, y luego de una carrera frenética, a veces le pega un mordisquito.
La tecnología no se va a detener por lo que bien se puede asumir que el hombre tampoco. Es decir; las llamadas “metas” ya no son tales; no hay carteles de llegada. Corre hombre, corre...
Y ¿Qué perdió el hombre? Tiempo. Tiempo para fortalecer vínculos afectivos (familia, amigos), para invertir en cosas que, sin ser tangibles, dan felicidad (una salida, un paseo, unas vacaciones aunque sean mini). El hombre se perdió de jugar con sus hijos (y lo peor es que se lo perdieron ellos). Ir al cine o a bailar con su compañera (como antes...)
Dejó en el camino aquellos asados que, cada tanto, compartía con los amigos de toda la vida. O ir a tomar un café. Y esas amistades de toda la vida se fueron enfriando, adormeciendo, aunque sea muy cierto aquello de "Aunque no nos veamos o no nos hablemos, nos queremos"
Para hombre, para...
Por Roberto A. Bravo
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