Margarita Sabugo, mujer hachera Pan casero

Historia de las mujeres hacheras

Oscar “Cholo” Gómez Castañón entrevistó a Margarita Sabugo, hachera durante su infancia en La Pampa, Hija de hacheros y criada en el campo, se casó a los 22 años con Ceferino, que era hornero.

Un día, un médico de Paraguay, el doctor Aquino, vino a ofrecerle a su cuñada una capacitación en Santa Rosa, capital provincial, para ser enfermera. “A la pobre no la dejaron y a mí nadie me invitó, pero le pregunté a Ceferino si podía ir y, contra todo pronóstico en esa época, me dijo que sí. Aquino aceptó y enseguida me puso a aprender. Fue mi salvación”, reflexiona.

Margarita, que ahora tiene 81 años, fue la enfermera del pueblo durante cuatro décadas, encargada de los partos y la vacunación. El vacunatorio del Hospital de La Maruja hoy lleva su nombre.

De chica, la policía debió obligar a su padre para que la manden a la escuela rural y él sólo cedió con una condición: lunes, miércoles y viernes estudiaba, martes, jueves y sábados ayudaba en el campo.

Me encantaba ir a la escuela, me iba bien. Fui hasta tercero, tenía el pase para cuarto pero no me mandaron más porque ya tenía 12 o 13 años. Era hachera vieja ya, tenía que trabajar”, dice Margarita.

De aquellas épocas sólo conserva una foto en blanco y negro con sus padres frente al toldo en el que vivían.

Fue la única vez que usó vestido. “Yo no me crié de vestido, me crié de pantalón”, lanza como si de un manifiesto de principios se tratara.

“Me gustaba el campo, pero era una vida dura, un sacrificio, porque había que levantarse bien temprano y salir con las heladas, pasar sed en el campo (a veces había que caminar leguas para conseguir agua), la carne que se ponía mala”, murmura y pierde la mirada entre sus manos que alisan, una y otra vez, el mantel de la mesa.