La mañana del 4 de abril de 2006 llegaba a las disquerías, lugares antiquísimos a los que los amantes de la música concurrían para comprar unos objetos llamados discos, Ahí Vamos, el cuarto álbum solista de Gustavo Cerati.
Ya desde el arte de tapa el autor daba claras señales sobre sus intenciones. Cerati dejaba de lado los samples, sintetizadores y demás artefactos para devolver a su público al calor de las válvulas y retomar la estampa de guitar hero de los posters. Las guitarras volvían a estar al frente. Ese cautivante ruido a distorsión, a lugar con parlantes, ese sonido crujiente que conectaba directamente con el glorioso pasado de Canción Animal, estaba de nuevo ahí, en los oídos de todos.
Ahí vamos arranca raro, mordido. Como si el ingeniero de grabación se hubiera distraído y las ganas de tocar de la banda lo hubieran dejado en off side y levantando la mano, llegando tarde al botón de REC. Ese comienzo arrebatado e impetuoso, Gustavo Cerati tuvo que aclarar que fue adrede, es el respaldo sonoro a la declaración de principios y movimiento que le da nombre al disco.
Ahí Vamos es una reacción. Es el intento de un artista consagrado de reconectar con su público desde el lado más salvaje y primal, después de años de emprender búsquedas sónicas que tal vez no llegaron a sintonizar del todo con los gustos populares. "¿Quieren rock? Ok, acá tienen rock” parece ser la idea. Ahí Vamos es también un tiro por elevación, una íntima contestación a ese esténcil que adorno la ciudad de Buenos Aires llamándolo "viejo choto"; tras la salida de Siempre es hoy, su trabajo discográfico anterior.
Para esta misión el ex cantante de Soda Stereo se rodeó de viejos conocidos, de músicos que fueron importantes en su trayectoria. Convocó a Fernando Samalea, a Fernando Nale, a Flavio Etcheto, a Tweety González (que también ofició de coproductor) y llamó a Richard Coleman para que aporte su guitarra y colabore con la escritura de las letras.
Además, Cerati tuvo en su hijo Benito un aporte clave para las líricas de Ahí vamos. El primogénito de la familia es el autor de una de las frases más emblemáticas de la lírica ceratiana: Poder decir adiós es crecer. Oración que forma parte de la letra de Adiós y que, puesta en perspectiva, cobra una trascendencia aún mayor.
Gustavo Cerati volvió a vestir su reconocida elegancia pop con un sauna de lava eléctrico, haciendo de Ahí vamos un disco vital, de tracción a sangre, repleto de canciones con destino de clásicas a primera escucha, que se convirtió en el más exitoso de su carrera solista (es el más escuchado de su discografía en Spotify, por ejemplo. Un álbum con un sonido directo, quizás más sencillo de asimilar, menos exigente con el que escucha. El guiño cómplice, para los que quedaron anclados en 1990, de parte de un artista que siempre miró hacia el futuro.
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