El libro "Los linares" de Andrés Lizarraga, en el que el autor se propone reflejar –con simpleza extremada, a veces- la decadencia de un hogar de la alta clase patricia de nuestro medio.
Lizarraga advierte que “Don Adolfo Linares Hueyo no comprende que su drama es haber supervivido -físicamente- a una época cuya forma de pensar descansa ya en la horizontalidad de una bóveda”. Alguien en la casa percibe el vacío en el que se vive, y exclama: “De pronto quedamos sin pasado”.
El contraste, agudo y satírico, se consigue con la contraposición de dos planos que no podrán fundirse nunca: el de los Linares Hueyo, y el del obrero electricista que cierra la pieza de una manera que puede resultar un tanto insólita.
Lizarraga aporta una clave: “El ritmo de la obra- explica-, es lento, pausado; “Si en casi todos los momentos de la obra cayese un alfiler al suelo, sería algo así como cinco camiones de bomberos irrumpiendo con sus sirenas histéricas en la quieta tarde otoñal de un convento del siglo XII o XIII”.
“Los Linares” obtiene el primer premio en el Concurso Nacional de Teatro Popular que se realizó en Santa Fe en 1958; en 1959 es estrenada en Rosario por el Centro Dramático del litoral de esa ciudad, con la dirección de Jorge Garramuño y, por fin, en 1960 se representa en Buenos Aires, animada por el elenco del Teatro de Arte de Santa Fe bajo la dirección de Carlos Thiel.
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