La clausura de la XXVIII Cumbre Iberoamericana celebrada en Santo Domingo volvió a mostrar la necesidad de potenciar este organismo de coordinación regional y a la vez reveló sus flaquezas e insuficiencias. Los consensos alcanzados han sido esta vez de mínimos, especialmente en la lucha contra el cambio climático, la seguridad alimentaria, la digitalización y su conversión en un eje de integración en una zona donde, según datos de la Cepal, menos del 20% del comercio es intrarregional.
Lo que sí ha evidenciado la cumbre es la nueva época que atraviesan los gobiernos de la región y la difícil equiparación entre Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba y los recientes gobiernos progresistas de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia o Gabriel Boric en Chile.
La renuncia a última hora a negociar una nueva arquitectura financiera para la región se suma a otras carencias políticas reseñables. Aunque a Santo Domingo acudieron 13 delegaciones encabezadas por jefes de Estado o Gobierno, se echó en falta al presidente brasileño Lula, quien se excusó alegando un viaje a China (finalmente también cancelado por una neumonía) y envió en su lugar al canciller Mauro Vieira. Pero fue el papel de México el que más suspicacias despertó. No solo renunció a viajar el presidente Andrés Manuel López Obrador, poco habitual en reuniones internacionales, sino que ni siquiera acudió su canciller, Marcelo Ebrard, y el subsecretario elegido para sustituirlo tampoco se quedó hasta el final de la cumbre, sin que nada de ello pudiese ocultar la abrumadora mayoría de mandatarios varones, con la única excepción de la hondureña Xiomara Castro.
Finalmente, Pedro Sánchez confirmó que la presidencia de turno de España en la UE impulsará un conjunto de inversiones de carácter estratégico en la zona, negociado durante los días de la cumbre con la presencia en Santo Domingo del alto representante de la UE, Josep Borrell.
Fuente: El País, España
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