Esta película parece construída a partir de la concepción de que en los 70, en Estados Unidos, cualquier cosa podía pasar: como que la lucha de las mujeres por mayor reconocimiento (social y económico) se dirimiera en un match de tenis. Y de eso se trata precisamente.
Arranquemos por lo bueno: la dulzura de Emma Stone, que resiste estoicamente pelo negro, lentes y ropa deportiva setentosa, el rescate de un hecho bizarro que ayudó a marcar un antes y un después en la apreciación de las personas más allá de su género, y notar que de aquella época "circense" a la actualidad algunas cosas han cambiado.
Si ello no hubiera ocurrido, no resultarían tan chocantes muchas definiciones sobre la mujer que abundan en el film y que hoy ameritarían por lo menos un repudio importante. Ahora lo malo: esta sensación de subrayar hasta el hartazgo aquella grieta extrema entre machistas y feministas, que el personaje de Bobby Riggs (Steve Carell) caiga en el estereotipo cuando no debería (¿o en la intimidad era igual de “yosapa”?).
Dentro de lo negativo, está que la banda sonora no afloje ni un minuto reforzando los climas de una historia que habrá sido un hito en la historia norteamericana reciente, pero que suena más a gran show mediático-farsesco que otra cosa, sobre todo porque a pesar de lo que se dicen todos los protagonistas ninguno salió "herido" en su popularidad.
A nivel "deportivo" no tiene la intensidad de otras películas del estilo como Borg vs. McEnroe por ejemplo, y si bien la parte "humana-romántica" está más fortalecida, la amalgama no es muy consistente.
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