¿Alguna vez escuchaste lo que el árbol tiene para decir?
¿Sus milongas de madera, sus silencios de gorriones?
¿Sus frutos acumulando secretos de viejos soles, sus intimidades de lunas atrapadas en su ramaje?
¿Serán los cancioneros de vientos: todo lo que los antiguos han callado hasta hacerse árbol?
Los wichí consideran a Jololokue, el ombú, como madre de los árboles. El mismo ombú que inspirara a Guillermo Enrique Hudson:
Los onas tienen un espíritu para el árbol vivo al que denominan “Quemanta” y un espíritu para el árbol muerto al que llaman “Hashe”
El canelo es el árbol sagrado de los mapuches, con sus maderas se hace el kultrún, el instrumento protagonista de sus ceremonias, empleado por las machis, y que también se hacer sonar cuando suceden tragedias o catástrofes.
Es el árbol un protagonista de nuestra cultura. Martín Fierro menciona, directamente, sólo dos especies de árboles: “El ombú y el tala.
“Después de mucho sufrir/ Tan peligrosa inquietú,/ Alcanzamos con salú/ A divisar una sierra,/ “Y al fin pisamos la tierra/ En donde crece el ombú”
“El hombre, hasta el más soberbio, Con más espinas que un tala,/ Aflueja andando en la mala/ Y es blando como manteca: Hasta la hacienda baguala/ Cai al jagüel con la seca."
Árbol, monumento de los solitarios, centinela de los caminos
¿Qué les pasaba a los antiguos hombres del obraje, a los hacheros, a los trabajadores de aserradero, cuando el calor provinciano les hacía preguntas irremediables?
El árbol le ha dado a nuestra identidad una de las palabras que más la definen: raíz
Árbol: alma de guitarra. Julio Domínguez, el Bardino, que naciera en una localidad pampeana con nombre de árbol, Algarrobo del Águila, escribió:
“En la campaña argentina/ en las pequeñas comarcas/ la guitarra con tu marca/ seguirá junto a los pobres/ en las regiones salobres/ de Santiago del Estero/ en La Pampa los hacheros/ con endurecidas manos/ tremendos cantos paisanos/ honrarán tu clavijero”
Árbol, espíritu de barca
Árbol corazón de rancho. Yupanqui definió a su rancho como “un nidito e torcazas, entre dos talas y un ceibo”
Árbol, hotel de pájaros, morada de los vientos, destino de puerta y libro
Árbol y su buena madera: diosa de la selva, protectora del cachapecero
Árbol, cómplice de la infancia derramada en los pupitres y de las diminutas alas del andamio. Árbol, espectro de desierto, alma de la solitaria cama de pensión y del arco de plaza de pueblo. Árbol, corazón de las ruedas que le dan canciones a la huella y de las cruces que acompañan en su última morada a los que alcanzaron el silencio.
Locución: S. M. Tovarich
Idea y Guión: Pedro Patzer
Edición Artística: Fernando Salvatori
Producción: Fabiana Álvarez – Alejandro Carosella
Actor Invitado: Oscar Naya
Dirección Artística: Marcelo Simón
Etiquetas: Salamancas y caminos