Juan Schiaretti confirmó que quiere ser presidente para cerrar una grieta que adjetiva como “maldita”. De esta manera, tenemos tres cortes o dibujos de la política argentino. Primero fue la grieta, después la casta y ahora el actual gobernador de Córdoba que propone su sutura, como ya lo hicieron quienes antes imaginaron una “ancha avenida del medio”. Evaluamos, mas como juego que como análisis con pretensión de rigurosidad, las ventajas y desventajas de cada una de estas tres maneras de nombrar al conflicto social que divide al país. La grieta fundacional sirvió en 2008.
El posicionamiento ante la Resolución 125 dividió con relativa precisión a minorías privilegiadas en contra de mayorías populares y viceversa y sus respectivas identidades políticas, kirchnerismo – antikirchnerismo. Pero ya muestra señales de agotamiento. La casta tiene utilidad para recordar la distancia que existe entre gobernantes y gobernados; entre representantes y representados y la desventaja invalidante de su enunciador, Javier Milei.
El cierre de la “maldita” grieta propuesto por Schiaretti puede servir (solo) para poner en descanso la crispación entre pares que ella supone y aprovechar esa pausa para diseñar el campo de amigos y enemigos; aliados, diferentes, iguales que requiere un proceso de transformaciones estructurales progresivas de nuestro país. Parafraseando a Fito Páez, diseñar una política de alianzas con amigos y enemigos que estén a la altura del conflicto.
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