Por Daniel Corujo - @Tenisports
El título, en realidad, de esta canción de La Oreja de Van Gogh es "Mi pequeño gran valiente", pero con una modificación aplica perfectamente al momento deportivo de Diego Schwartzman.
Obviamente que se habla de valentía deportiva. Y lo de pequeño... bueno, no mide 1,80.
Ante Kevin Anderson, que sacó 2 veces para partido, fue otro examen para Schwartman. Dio vuelta un partido "perdido" que algunos hubieran dejado pasar. Pero él no lo hizo.
Y maximizando sus virtudes (velocidad, devolución, passings) y minimizando sus falencias, el "Peque", aquel chiquitín que en menores tenía el pelo enrulado y rubio, está buscando un lugar entre los Top-10.
Pensar en esa posición para Schwartzman en la época de juveniles no parecía real. Diego estaba detrás en el ranking de Agustin Velotti (campeón juvenil de Roland Garros en el 2010), Renzo Olivo, Andrea Collarini y Facundo Arguello. La Asociación de Tenis apostó decididamente a ellos. Y Schwartzman eligió el camino más duro, el de buscar ser profesional desde temprano en los Futures.
Y como muchas veces la historia deportiva da giros imprevistos. Y con mucho trabajo, Diego se fue convirtiendo en el tenista que es hoy. Del que se hablaría mucho más de no ser porque tiene a Juan Martín Del Potro arriba en el ranking.
Una de las tantas virtudes de Schwartzman fue apostar a los procesos largos. Primero cinco años de trabajo con Sebastián Prieto. Y ahora casi tres con Leonardo Olguín a quien se le sumó Juan Ignacio Chela a principios del 2017. Sus compañeros de camada han cambiado demasiado seguido de entrenadores. No es la única diferencia, claro, pero es vital.
No había hecho una buena gira en la previa de Roland Garros. Los resultados no fueron los mejores. Tal vez haya sido una falla en su calendario. Pero está "compensando" en el lugar donde más chapa te da.
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