Por Daniel Corujo
Después de 34 años sin tener un torneo del circuito mayor del tenis femenino, desde aquel 1987 donde Gabriela Sabatini ganó en singles y en dobles, en la ronda de octavos de final se terminó en individuales el torneo para las argentinas.
El WTA-125 de Buenos Aires tuvo como mejor exponente a la juvenil marplatense Solana Sierra, quien aprendió a jugar al tenis con una figura de la talla de Betina Fulco, y accedió hasta los octavos de final en su primer torneo de este calibre.
Sierra fue semifinalista del pasado US Open junior y está 15º en el ranking mundial Sub-18.
Y era lógico que las chicas no la “rompan”… y no es menospreciar a las diez tenistas argentinas que tuvieron la chance de vivir un WTA desde adentro. Más allá del resultado en la cancha, seguro aprendieron. Rescataron cosas positivas. Muchas pudieron entrenar con jugadoras ubicadas Top-200. Compartir vestuario con un par de Top-100. Y contaron con las visitas de Mercedes Paz, Florencia Labat, Gisela Dulko, María José Gaidano y otras ex tenistas de gran carrera profesional.
El torneo estaba hecho por el “efecto Podoroska” que generó Nadia con su histórica semifinal de Roland Garros en 2020. Y lógico, estaba hecho para la santafesina, quien era el “gancho” para que el campeonato llame la atención, pero no pudo jugar por una lesión en la cadera que le viene dando dolores de cabeza desde abril y se hizo crónica en este último tiempo. La rosarina ya piensa en la temporada 2022.
Lourdes Carlé, Luciana Moyano, Jazmín Ortenzi o Martina Capurro llamaron la atención. Otras con más recorrido como la venadense Victoria Bosio (jugó lesionada) y la porteña Julieta Estable también dieron un paso hacia adelante.
Los organizadores, los mismos del ATP de Buenos Aires que lleva 21 ediciones, prometieron continuidad en el proyecto. Es genial. Pero el WTA tiene que estar “rodeado” de varias semanas de campeonatos con 25 mil y 15 mil dólares en premios. Es un camino largo para que Nadia tenga compañía en el circuito mayor. Paciencia…
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