Como cada inicio de temporada se presenta una menú de distintas sensaciones. Con todos los equipos en el mismo lugar de la grilla de largada se reparten sueños, ilusiones y desafíos.
Las predicciones y análisis previos no suelen coincidir con los desarrollos y desenlaces de los torneos en Argentina; por ende, aparece cómo un ejercicio más conveniente abrir interrogantes en vez de caer en premoniciones concluyentes... ¿Será la Superliga el organismo que modificará la desorganización del fútbol argentino o sólo funcionará como una unidad de negocios?
¿La temporada previa al Mundial de Rusia potenciará a jugadores del medio local para integrar la selección?
¿Se hará explícita en resultados la brecha entre los equipos grandes y el resto?
¿Podrán los arbitrajes generar confianza en el público y los protagonistas?
¿Habrá un contexto favorable para ilusionarse con la vuelta del público visitante?
¿Cautivará el torneo desde el nivel de los equipos o sólo habrá que celebrarlo por su paridad?
Son algunos interrogantes de una lista que, aún, puede ser mucho más extensa. Lo que no entra, ni entrará, en debate en la previa de un torneo de nuestro fútbol serán las alegrías, tristezas, ilusiones, decepciones y sueños que incidirán en nuestro estado de ánimo. Porque más allá de todas nuestras diferencias, de fútbol somos.
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