"Bodas de sangre", de Federico García Lorca, es una creación fundamental. Con "Yerma" y "La casa de Bernarda Alba" compone un tríptico impar dentro del teatro español contemporáneo y cada una de las partes ocupa, por sí mismas, un lugar descollante en la dramática universal de nuestro tiempo.
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Alfredo de la Guardia asevera que por "Bodas de sangre" corre "la vena colorida y sustanciosa del siglo de oro hispano". La tragedia lorquiana desarrolla el conflicto de pasiones incontroladas que viven una mujer y un hombre con los raigones bien hundidos en dura tierra de labriegos. En "Yerma" se muestra el drama desgarrante de la hembra infecunda -no por culpa de la mujer, se entiende-, y en "La casa de Bernarda Alba" flamean los girones estremecidos de una virginidad forzada, que se alborota hasta la rebelión. En "Bodas de sangre", a su vez, se impone, incontenible, la pasión carnal que "en un día, entre las dos y las tres", llevará a dos hombres a enfrentarse en un duelo rabioso, que dejará dos muertos.
La novia, el novio y Leonardo son los trebejos de un ajedrez pasional muy común, pero la Madre, personaje arquetípico de la tragedia, debe ser volcado sobre el escenario por actrices estupendas. En Buenos Aires hemos tenido la suerte, y la emoción gozosa, de verlo corporizado por las dos intérpretes màs singulares de la escena contemporánea de habla hispana: Lola Membrives y Margarita Xirgu. Ambas dejaban en pie particularidades de una misma imagen. Mientras la Membrives entregaba una madre toda reciedumbre en las reacciones y los enfrentamientos, la Xirgu iba exponiendo cuidadosamente y con extraño vigor, la ternura que se le estaba agriando y poniendo ácida en sus extrañas tan martirizadas.
"Bodas de Sangre" llegó a la pantalla nacional, dirigida por Edmundo Guiburg, con los personajes principales a cargo de la inolvidable Margarita Xirgu y el no menos recordado Pedro López Lagar. En la temporada veraniega de 1990 el público porteño pudo asistir a una versión notable de la obra, ofrecida en el antiguo mercado de Abasto, con la madre animada por María Luisa Robledo y dirección de Alejandra Boero.